Tras aquella inoportuna nube, se descubrió la luna.
Su luz era intensa, mágica.
Casi se podía ver entre los árboles de aquel denso bosque.
Pero no bastó para que me calmara ni un poco.
Sabía que pronto me descubrirían.
Sabía que pronto aquellos demoníacos seres
sin alma darían con mi cuerpo.
Sabía que muy pronto aquellos resplandecientes colmillos
encontrarían mi cuello.
Sabía que pronto dejaría de respirar,
que mi corazón pararía de latir.
Sabía que pronto aquel tic-tac que surgía a gritos de mi interior cesaría.
Sabía que pronto, la muerte,
no sería una simple desconocida de la que había oído hablar por ahí para mí.
†
Escrito y Enviado Por Isabella Swan.
Andrea Ucha Bouzada
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