El Vampiro
Tú que, como una cuchillada;
Entraste en mi dolorido corazón.
Tú que, como un repugnante tropel
De demonios, viniste loca y adornada,
Para hacer de mi espíritu humillado Tu lecho y tu dominio. ¡Infame!, a quien estoy ligado Como el forzado a su cadena,
Como al juego el jugador empedernido, Como el borracho a la botella, Como a la carroña los gusanos.- ¡Maldita, maldita seas tú!
Supliqué a la rápida espada Que conquistara mi libertad Y supliqué al pérfido veneno Que sacudiera mi ruindad.
¡Ay! el veneno y la espada. Me desdeñaron diciéndome:. -No eres digno de que se te libere De tu esclavitud maldita.
-¡Imbécil! -Si de su dominio Te libraron nuestros esfuerzos, Tus besos resucitarían El cadáver de tu vampiro.
LA MUSA ENFERMA
Mi Pobre musa, !ay! ¿qué tienes este día?
Pueblan tus vacuos ojos las visiones nocturnas
Y alternándose veo reflejarse en tu tez
La locura y el pánico, fríos y taciturnos.
¿El súcubo verdoso y el rosado diablillo
El miedo te han vertido, y el amor, de sus urnas?
¿Con su puño te hundieron las foscas pesadillas
En el fondo de algún fabuloso Minturno?
Quisiera que, exhalando un saludable olor,
Tu seno de ideas fuertes se viese frecuentado
Y tu cristiana sangre fluyese en olas rítmicas,
Como los sones múltiples de las sílabas viejas
Donde, reinan Por turno Febo, padre del canto,
Y el gran Pan, cuyo imperio se extiende por las mieses.
Charles Baudelaire
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